Vorágine
de sensaciones
Mucha
gente que me conoce me preguntó cómo me sentí, cómo lo viví y,
sobre todo, ya que hago reseñas de prácticamente todo, por qué no
hice aún una reseña sobre la noche más importante de mi
existencia. Me limitaba a responder brevemente o a evadir la cuestión
porque, en primer lugar, no se trata de decir simplemente “fue muy
bueno” y, en segundo lugar, yo misma tenía que ser capaz de
comprender y sintetizar todo lo que pasó por mi mente. Ahora, poco
más de un mes después, creo que tengo la suficiente fortaleza como
para hacerlo.
Crédito de la imagen: paraguay.com.
Crédito de la imagen: paraguay.com.
Cuando
recibí la noticia
Tras
haber oído miles de rumores años antes, ya había desarrollado una
incredulidad defensiva: ignoraba todo rumor para no ilusionarme y no
decepcionarme con una noticia falsa. Pero cuando ya no fue un rumor,
cuando fue oficial, tuve que creer, y no fue fácil.
El
sueño de mi vida finalmente se iba a cumplir, el evento por el que
tantas noches de mi adolescencia había llorado. El concierto que un
par de años atrás solo creía posible con un viaje al hemisferio
norte de repente estaba a pocos días de darse y en mi propio país.
Tenía
que estar alegre, ¿no es así? Y lo estaba, de cierto modo, no puedo
decir que no, pero debo aclarar que la reacción a semejante noticia
no fue tan sencilla. No me pasé escuchando The Cure todo el tiempo o
contando los días que faltaban para el concierto. Todo lo contrario:
durante los meses que duró la espera, evitaba hablar de The Cure, no
escuché un solo tema (casi perdí las ganas de escuchar música en
general, no solo de ellos), no demostraba emoción con respecto al
concierto, nada de nada.
Si
bien esta extrema frialdad suena bastante incomprensible, creo poder
justificarla vagamente, por lo menos para quedar yo misma conforme
con esta justificación. No voy a dar muchos detalles, pero, mucho
antes de que se anunciara la gira, yo ya había hecho unos planes que
suponían una enorme responsabilidad para mí y que justo coincidían
más o menos con la fecha del concierto. No quería desatender esta
responsabilidad por culpa del recital ni desatender el recital por
culpa de esta responsabilidad, por lo cual asumí una postura
aparentemente indolente y fría ante ambas situaciones. Fue mi forma
de protegerme, no dejarme abatir por las situaciones y tenerlas bajo
control. Y así me fue bastante bien, hasta que se acercó la fecha.
El
gran día
Un
día antes ya era difícil sostener mi aparente fortaleza. De tener
ganas de perseguir a la banda pasaba a no tener ganas de salir. No
quise intentar ver a Robert desde lejos en la conferencia de prensa,
no quise escuchar dicha conferencia, no quise reunirme con mis amigos
fans, no quise hablar al respecto, me puse a llorar...
Estuve
insoportable, hasta que en cierto momento, tras insistencia de
algunas personas, fui cerca del hotel a intentar verlos llegar de su
conferencia. No resultó, pero la salida me tranquilizó un poco.
Ya
en la fecha del concierto, me preocupaban muchas cosas. Estaba
eludiendo a alguien a quien le debía explicaciones, que me llamaba
insistentemente y que no tenía la más pálida idea de lo que yo
estaba viviendo ese día (ya aprendí que, si vuelve a aproximarse un
The Cure live, no me voy a
comprometer con nadie para nada). También tenía que
encontrarme con una amiga que me conseguiría un lugar con vista
privilegiada, quien se retrasó unos minutos, pero quien a mi ansioso
parecer se demoró mil años.
La
gran noche
Llegó el momento en que entré, me ubiqué y observé. Prácticamente no presté atención
a los teloneros, no porque no lo merecieran sino porque mis nervios
no me permitían pensar en nada más que la banda principal.
Desde
mi posición en el público -buena vista y poco movimiento de gente-,
pude cumplir con una tarea peculiar: me encargué de los reportes en
vivo para Chain of Flowers, que estaba siguiendo atentamente mi
experiencia. Por momentos me sentía un poco mal por estar tuiteando
en vez de vivir el momento sin distracciones, pero, como el propio
Craig me dijo para tranquilizarme, un gran número de fans de todo el
mundo estaban viviendo el concierto conmigo a través de mis tuits,
lo cual fue bastante lindo: un sentimiento de comunidad compartido
con gente que estaba muy lejos de mí, en especial porque la gente
que tenía cerca no parecía entender demasiado lo que estaba
pasando.
Y
entró nomás The Cure. Era muy curioso el cambio constante de mi
persona que se dividía entre vivir el sueño de mi vida y llevar
registro de los temas que sonaban para mi reporte: pasaba de un
trance a un momento serio cada vez que empezaba una nueva canción.
Me sentía importante por que un sitio tan prestigioso confiaba en mí
y sentía a la vez que me pasaba algo importante.
Y
no era para menos, todos esos temas que había escuchado en versiones
de álbum tantas veces, finalmente en vivo. Conocía también, por
supuesto, versiones de conciertos muy importantes, como In Orange o
Trilogy, pero estas versiones en vivo que estaban sonando frente a
mí, en ese momento, las sentí como dedicadas a mí: sin importar
cuántas veces las hayan tocado y cuántas otras personas las estaban
presenciando esa noche, estas eran unas versiones especiales para mí.
No
voy a hablar mucho del setlist,
que se puede encontrar en cualquier lado, ni hacer crítica de cómo
interpretaron cada canción porque, sinceramente, no me siento apta
para ello. Mi intención es nada más constar mi vivencia. Pero, en
relación con el dichoso setlist,
quiero decir un par de cositas:
La
primera: yo venía reportando los temas, pero ya veía que en
cualquier momento me iba a quedar sin batería. Así que, antes del
concierto, me fijé en los recursos de mi cartera: un bolígrafo. Me
arrepentí con toda el alma de haber dejado mi libreta en casa, que
no sé por qué razón pensé que podían confiscarme a la entrada
del concierto. Me faltaba dónde escribir, así que lo único que se
me ocurrió fue preguntar a la gente que me rodeaba si tenían un
papel. Finalmente, un muchacho bondadoso me pasó el papel de su caja
de cigarrillos y me ayudó a salir del paso. Fui tuiteando hasta
donde pude, después guardé un poco de batería para los encores,
pero en todo momento llevé registro de los temas así como pude en
el papel de la caja de cigarrillos. Todavía conservo ese papel como
un recuerdo personal de la noche, aunque estoy pensando en deshacerme
de él, porque es una suerte de representación física de mi
imprudencia.
La
segunda: como había visto los temas que venían tocando en otros
conciertos de la gira, notaba que la lista de canciones era bastante
estática, bastante parecida en cada concierto, y eso me preocupó un
poco. Me ocasionó algo de envidia que en otras ciudades hayan tocado
algunos temas más, pero es algo normal en las giras, y no por eso
dejo de sentir que este concierto en Asunción fue único, especial,
mío.
Además,
¿quién te toca tres horas? A casi cualquier otra banda hay que
rogarle una canción más pasados los noventa minutos, pero The Cure
tocó tres horas
sin obligación, sin que lo mereciéramos. El público en general
salió completamente satisfecho (menos los más fanáticos, que
siempre queremos más) y asombrado por la extensión del concierto,
lo cual tiene que hacernos notar lo siguiente: a esta banda le gusta
dar conciertos, disfruta tocando, lo cual nos deja muy claro que
todavía tenemos The Cure para largo rato.
Al
terminar todo, me fui cerrar la noche con un lomito, porque la
situación ameritaba: de los nervios, prácticamente no había comido
nada en todo el día y, ya pasada la conmoción, mi estómago volvió
a la normalidad y empezó a reclamarme sus derechos.
Si
mal no recuerdo, esa noche dormí muy bien.
Personas
que estuvieron
Momento algo meloso que
me tomo para unas breves menciones a personas que, de alguna manera u
otra, me acompañaron en todo esto.
La pandilla cureana:
Julio, Marcos, Oscar, Mario, Pablo y Aye. Los muchachos disfrutaron
del show desde otro sector y la muchacha no pudo ir por estar fuera
del país. Si bien no estuvimos todos juntos, yo pensé en ellos toda
la noche e imagino que ellos pensaron en mí también.
Hero y Sakkia: ambos
hicieron posible que yo entrara.
Vicky: también estuvo
en un sector diferente al mío, pero tuvimos unos lindos momentos de
hermandad cuando logramos vernos a lo lejos antes del concierto y
cuando conseguimos saludarnos a la salida.
Gus: me esperó afuera
hasta el final del concierto. Me llevó a cenar y me dejó en casa
sana y salva.
Pablo: fue quien más de
cerca vio mis desequilibrios emocionales antes y después del
concierto y se los aguantó todos.
Y, por último, todos
aquellos que en algún momento se acordaron de mí porque sabían que
mi sueño se hacía realidad. Aquí entra mucha gente, desde
compañeros de secundaria hasta gente más reciente. Todas estas
personas me recordaron porque amo a The Cure. Es muy interesante que
te recuerden por algún aspecto excéntrico.
La
depresión posconcierto
Después de llegar a la
cima, toca descender. Y el descenso en este caso fue algo violento.
Como en la depresión
preconcierto, me cuesta mucho escuchar temas de The Cure y me cuesta
mucho escuchar música en general, condición de la que me recuperaré
con el tiempo, lentamente. De repente recuerdo escenas del concierto
y me emociono hasta la aflicción con estos recuerdos. Todavía es
muy reciente todo y me va a tomar unos meses más volver a la
normalidad.
Los conciertos siguen:
varios recitales que normalmente me llamarían la atención y a los
cuales tendría ganas de asistir están pasando casi desapercibidos
para mí. Aún no recupero las ganas de ver una banda en vivo. Sé
que más adelante me voy a arrepentir de no haber visto a tal o cual
banda, pero por ahora no puedo forzarme a sentirme bien de un día
para el otro, así que esperaré a que este estado de ánimo se me
pase solo.
Por varios días sostuve
la postura extrema de “ya fui al único concierto que me importaba,
ya no necesito ir a ningún otro en lo que me quede de vida”, pero,
como el tiempo está pasando y la depresión se disipa de a poquito,
me olvidé de esa idea. Si bien todavía no estoy lista para ir a un
concierto así como así, estoy muy lista para afirmar lo siguiente:
sueño con ver a The Cure de nuevo. Van a seguir tocando y yo quiero
verlos muchas veces más.